Thursday, November 1, 2012


“fue como si los oídos que tenía no sirvieran para oír, como si los ojos no sirvieran para ver.”

La Invención de Morel pág. 114, Bioy Casares

Hace algunas semanas atrás, yo comentaba de que los hombres siempre andan buscando al tesoro de su vida pero ella no le presta nada de atención a él. En esta cita que está hablando el narrador, él nos muestra a nosotros el dolor que siente ya que su tesoro no sabe que existe, aunque él esté enamorado de ella. ¿No te sorprendes que se ha escrito un montón de libros, cuentos, y poemas sobre este problema que tienen todos los hombres? Y siempre los hombres tratan de conquistarle el corazón a la mujer por medio de un acto súper-hipa-mega masculino para que la mujer se dé cuenta de él. Uno de esos actos que hace el narrador es que hace una estatua de su tesoro, pero ella “pasa, de ida y de vuelta, al lado de mi jardincito, pero simuló no verlo” (Casares, 121).

Rubén Darío en su “Canción de otoño en primavera” habla de lo mismo que habla Casares, “en vano busqué a la princesa… ¡ya no hay princesa que cantar!” También, lo hace Gustavo Bécquer en su Rima XI, “yo soy un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz…:no puedo amarte.” El artista Luis Fonsi también canta de lo mismo, "No me doy por vencido”. ¿Te das cuenta, no? Parece que la única cosa que le motiva al hombre es tener una mujer a su lado que lo ame. Y en realidad, debería ser así. Se han hecho estudios que dan evidencia científica de que si un bebé que no tenga nadie con quien hacer cariño, se muere. Por esa razón, creo yo, los autores de cuentos, poemas, canciones y libros sueñan con tener su tesoro a su lado.



Nadie lo ha dicho más correcto que Casares, “Ya no estoy muerto: estoy enamorado” (120).

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